Luca Chiantore, piano
Inversions: Beethoven & Montgeroult
21 de julio
22:00h | Patio de Armas del Alcázar de Segovia
Hélène de Nervo de Montgeroult (1764-1836): Nueve estudios para piano (Cours complet d’enseignement, vols. 2 y 3, ca. 1803-1816).
En sol mayor (nº 37)
En mi bemol mayor (nº 62)
En do menor (nº 35)
En do menor (nº 45)
En la bemol mayor (nº 112b)
En fa menor (nº 112c)
En mi bemol mayor (nº 41)
En re mayor (nº 73)
En sol menor (nº 111)
Ludwig van Beethoven: “Eine Waldstein Phantasie”. InVersion de Luca Chiantore de la Sonata op. 53, con preludio, interludios y fermatas improvisadas, versiones originales de los temas principales y secciones recompuestas a partir de los apuntes del cuaderno Landsberg 6 (Cracovia, Biblioteka Jagiellonska) y las misceláneas Kafka y Fischhof.
Prelude
Beethoven: Grande Sonate op. 53. Allegro con brio
Interludio I (improvisación sobre Grande Sonate op. 53: Introduzione. Adagio molto)
Scherzo (elaborado combinando los bocetos que condujeron a la Bagatelle en do mayor, WoO 56)
Interludio II (improvisación sobre Grande Sonate op. 53: Introduzione. Adagio molto)
Andante (elaborado combinando los bocetos que condujeron al Andante Favori, WoO 57)
Interludio III (improvisación sobre Grande Sonate op. 53: Introduzione. Adagio molto)
Beethoven: Grande Sonate op. 53. Rondo: Allegretto moderato
Fermata
Beethoven: Grande Sonate op. 53. Prestissimo
En la tradición académica existen cánones que la tradición se encarga de transmitir a las siguientes generaciones. En el caso de la música clásica occidental existe, en primer lugar, un canon compositivo representado por un manojo de compositores imprescindibles, representados principalmente por las que consideramos como sus “obras maestras”. Pero también existen un canon historiográfico —que organiza esa producción según categorías estilísticas que son, en realidad, la expresión de un militante etnocentrismo— y un canon interpretativo, que invita a tocar esas mismas obras según convenciones muy estrictas. Esos cánones aparentemente inamovibles se validan mutuamente, tal como personalmente he evidenciado, una y otra vez, en mis libros y mis artículos. Sin embargo, esta tradición —al igual que cualquier otra— está también en continuo movimiento; un movimiento a veces imperceptible, otras veces más evidente, que explica, entre otras cosas, por qué hoy tocamos, estudiamos y juzgamos las obras del pasado de un modo tan distinto de cómo lo hicieron quiénes las interpretaron y las escucharon por primera vez.
Esto es especialmente cierto en el caso de los autores, activos entre los siglos XVIII y XIX, en torno a los cuales hemos construido la problemática categoría de “Clasicismo”. Conceptos tales como “forma-sonata”, “tensión armónica” y muchos otros no pertenecieron al vocabulario de Mozart y Beethoven, y aún más alejados de su universo fueron los dogmas que el siglo XX asoció a la interpretación de sus obras, moldeados en torno a códigos estéticos muy distintos de aquéllos que tenían sus respectivos autores. El hecho mismo de que durante generaciones hayamos relacionado esa música con la idea de orden, equilibrio y perfección formal es una anomalía, considerando que se trató de una verdadera era de revoluciones: políticas, sociales, pero también ideológicas, estéticas y culturales. El culto por lo “clásico” fue tan sólo una de las tantas y contradictorias tendencias artísticas de aquellos años, y haberlo convertido en voz de toda una época es tan discutible como el haber presentado lo “romántico” como su natural evolución, cuando existen otras formas de comprender la música maravillosa que se escribió en esos años, en mi opinión mucho más convincentes y, desde luego, más ajustadas a las categorías culturales de esa época.
La música de Hélène de Montgeroult, que de aquella época es quizás la figura más fascinante entre las que estamos actualmente rescatando del olvido, es una perfecta síntesis de esta realidad. La incansable actividad del musicólogo francés Jerôme Dorival ha permitido que su obra compositiva y pedagógica esté cautivando a pianistas del mundo entero. Pero concebir a esta mujer extraordinaria únicamente como un puente entre clasicismo y romanticismo no es suficiente para apreciar la magnitud de su producción, chocante precisamente porque nos habla de caminos que no caben en las categorías historiográficas tradicionales. La sonoridad, las armonías, los diseños melódicos que salpican las más de 700 páginas de su Cours complet pour l’enseignement du forté-piano, acabado en 1812, parecen un constante, militante y radical himno a la emancipación: una rebelión frente a las normas que, en esos mismos años, se estaban instalando en la enseñanza oficial. No sabemos si ella los vivió de ese modo, pero es imposible resistirse hoy a la tentación de ver en la sensualidad de su música y en la constante voluntad de evitar la repetición de los mismos elementos el mismo canto a la libertad en el que Hélène de Montgeroult convirtió su apasionante vida personal.
Con Montgeroult no tenemos una tradición establecida, pero la interpretación que de su música que presento en este concierto parte precisamente de la renuncia a las categorías convencionales que solemos aplicar a la música de su tiempo. Aunque sus obras (las pocas que sobreviven, ya que su actividad estuvo principalmente ligada a la improvisación) sorprenden de entrada por sus similitudes con compositores muy posteriores a ella, como Mendelssohn, Schumann, e incluso Brahms y Fauré, mi forma de tocar su música quiere mostrar qué sucede cuando —sin cambiar una nota del texto original— la aproximación sonora replantea el marco historiográfico al que nos ha acostumbrado la musicología.
Con Beethoven, contemporáneo suyo, la situación parece opuesta: la tradición es riquísima, tanto en lo que respecta a los debates historiográficos como en la forma de interpretar su música. Pero mi actitud es análoga, y se extiende en este caso a la propia manipulación del texto. En la Sonata “Waldstein”, op. 53, reelaboraré los pasajes más relacionados con la práctica de la improvisación, entonces tan en boga, y mi forma de utilizar la acentuación y los cambios de velocidad se inspirará en la práctica de la época, tan distante de los gustos de los pianistas de generaciones más recientes. Insertaré, además, dos movimientos que estuvieron creados junto con los habitualmente tocamos y fueron más tarde descartados por Beethoven, así como modificaré el material temático acudiendo a los apuntes de trabajo del propio compositor. No es mi intención volver a ningún “original” por otra parte inalcanzable, sino moverme de forma creativa en medio de esas fuentes a las que habitualmente sólo acceden los musicólogos, acompañando al oyente en un itinerario musical que siento personalmente de un modo fresco y apasionante.
Sé que lo que hago puede llegar a chocar a quien se espere escuchar esas obras “como las ha oído siempre”. En las últimas décadas la musicología se ha mostrado abierta a revisar críticamente los marcos analíticos y epistemológicos que con el paso del tiempo se fueron aplicando retrospectivamente a la música de otras épocas, al tiempo que entre los intérpretes se han abierto camino formas de tocar antaño inimaginables. Sin embargo, las tendencias conservadoras siguen sólidamente instaladas tanto en el mundo académico como en la vida concertística, y quedan muchos caminos por explorar, especialmente a la hora de proponer aquellas obras al público.
Este concierto parte de la certeza que la interpretación en sí misma puede ser una dinamizadora de reflexiones teóricas y nuevas perspectivas historiográficas, unas perspectivas que, al mismo tiempo, pueden ser para el intérprete un sólido referente alejado de las convenciones mayoritarias. A través de la experiencia práctica, pretende demostrar cómo la existencia misma de un supuesto “Clasicismo”, al igual que la existencia de músicas pretendidamente “románticas”, “impresionistas”, etc., vive en simbiosis con paradigmas interpretativos que pueden ser fácilmente subvertidos, en la teoría y en la práctica, y con ello abrir nuevos puentes entre el imaginario del pasado y la complexidad del mundo presente.
Luca Chiantore
Luca Chiantore, músico y musicólogo, es el especialista más conocido en el mundo iberoamericano en la historia de la interpretación pianística. Doctor en Musicología por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha realizado conferencias, cursos y masterclasses en más de ciento cincuenta universidades e instituciones de Europa, América, Asia y África. Como pianista ha ofrecido recitales en salas de referencias cuales el Carnegie Hall de Nueva York, el Teatro Colón de Buenos Aires, el Museo de Arte de São Paulo y el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. Es autor de importantes artículos y diversos libros de referencia cuales Historia de la técnica pianística (2001), Beethoven al piano (2010; 2ª ed. 2020), Escribir sobre música (2016, escrito junto a Áurea Domínguez y Sílvia Martínez; 2ª ed. 2018), Tone Moves (2019) y el reciente Malditas palabras (2021).
Volcado en la búsqueda de una nueva interacción entre interpretación y composición, ha fundado junto a David Ortolà el Tropos Ensemble, colectivo de creación experimental con el que realiza con regularidad giras internacionales de conciertos y en noviembre de 2018 ha presentado el proyecto de investigación artística inVERSIONS, que lo está ocupando desde entonces en un amplio programa de conciertos a piano solo y con orquesta, conferencias-conciertos y grabaciones no convencionales del repertorio clásico.
Luca Chiantore es profesor del Departamento de Musicología de la Escola Superior de Música de Catalunya, de la Escuela Superior de Música Reina Sofía y del doctorado en música de la Universidade de Aveiro. Es investigador integrado en INET-md y desde 2003 sus actividades están coordinadas por Musikeon.